Wednesday, August 31, 2005

Otro cuento

Otro cuento para aquellos que gusten de irse a los bares y de lo que les podría pasar si andan de Casanovas, cortesía del Dr Cómic.


SINIESTRA


Eran las once de la noche, lo recuerdo pues acababa de recibir una cerveza de manos del barman, una fría y aliviadora cerveza “envenenada” con tequila que calmaba la sed producida por mi frenética sesión de baile. Mi pareja ocasional se encontraba a mi lado no tan agotada como yo, le brindé de mi trago y por un momento me desconecté de todo, mi mirada dejó de pertenecerme, me sentía como detrás de una video cámara que registraba el espacio circundante y a la que podía hacer ¡clic! Y apagar en cualquier momento.

Mi estado se rompió cuando me sentí halado por mi pareja hacia la pista para bailar un relajante “twist”. Nuestra sincronía en el baile era perfecta y a sabiendas de ser visto con envidia por más de un idiota hice gala de los exiguos pasos que había podido aprender. Luego de esta jornada de alivio mi pareja me dejó de nuevo solo y yo busqué el refugio aliviador de la barra junto con mis amigos.

Durante un buen rato nos dedicamos a escrutar el espacio y establecer el nivel femenino de la noche, lamentablemente había que admitir luego de un cuidadoso examen que las cosas iban mal, un sinfín de gordas, bigotudas, peliteñidas o estrambóticas flacas poseídas del papel de mujer interesante poblaban el local.

Sin previo aviso, apareció una entre este montón de criaturas que se destacó de inmediato, una muñeca con cuerpo estilizado de diosa profana apretado en tela de blue jean con el cabello más liso que se haya visto y el misterio de dos cejas enarcadas sobre una tez blanca ocultada a medias por unos absurdos lentes de sol. Todos nos quedamos en suspenso, sobre todo cuando la vimos venir directamente hacia nosotros con la cadencia de una dominatriz en busca de esclavos sexuales.

En un segundo estaba frente a mí, se me acercó al oído y susurró algo impreciso con una voz aterciopelada que casi me desgarra las entrañas, sin más me jaló del brazo y de pronto estábamos en la pista bailando, mi pareja me miraba con extrañeza pero a la vez con júbilo (mis amigas nunca han sido celosas).

Bailé con esta nena un “Rock ‘n Roll” como no recuerdo haberlo bailado antes y de pronto volví a tener su rostro perfecto a centímetros de mí, me dio un beso en la mejilla y sus labios rozaron mi oído, de nuevo esa voz me inundó el cerebro.

-“Hola primo, si te acuerdas de mí?”

¿Primo?, quien dice primo por estos días?, las españolas lo hacen pero para ofenderte, en ella esta palabra tenía otro contenido, y estaba seguro de que no era de la familia o habría cometido incesto hace años....opté por aceptar la realidad y reconocer que era la primera vez que la tenía en frente.

Ella se limitó a reír y se contorsionó de espaldas en una sonora carcajada al ritmo del baile, luego seguimos moviéndonos juntos hasta que terminó de sonar la música y ella me sonrió, sus cejas se enarcaron más por encima de los lentes y de nuevo su voz de terciopelo se dejó oír.

-“Eres lindo primo, gracias por el baile”

¡Lindo!, el peor adjetivo agregado al hombre, cuando una mujer te lo dice puedes decirle adiós a cualquier aspiración coital, ni siquiera una posibilidad de tocar. El “lindo” anula toda posibilidad de sexo...me resigné a cargar con este pesado adjetivo y volví a la barra en medio de una aclamación general de mis amigos ignorantes de mi fracaso.

Momentos más tarde la belleza se había acercado a otro tipo que estaba en una mesa distante, asistí al mismo proceso de cortejo pero esta vez al terminar la pieza ella lo arrastró del brazo y ambos salieron presurosamente del bar, en ese momento maldije mi suerte y mentalmente reconstruí el posible diálogo entre ambos, con la diferencia de que cuando yo dije “no te conozco”, este cretino debió decir que si...bueno, en ese momento yo me sentía como el cretino.

Creo que por pura envidia, curiosidad o simple masoquismo decidí salir tras ellos para ver como triunfaba mi estupidez y me perdía de un coño sobrenatural. Los seguí con discreción hasta que llegaron a la esquina y cruzaron en un callejón oscuro, me quedé un momento parado pensando en lo idiota de mi situación cuando de pronto algo que no encajaba me sobrecogió, me pareció muy incómodo e insalubre follar en un callejón oscuro, en verdad que la nena tenía que estar desesperada para no buscar otro lugar o tal vez...

Mi pensamiento se cortó por un grito masculino que me heló la sangre, escuché un repetitivo ruido de carne traspasada y entre los gritos y los sonidos desgarradores logré captar palabras proferidas por la inusual voz de terciopelo, palabras que se repetían una y otra vez.

-“Mentiroso, eres un primo mentiroso, no me conoces, mentiroso, mentiroso, mentiroso”

La voz era pausada, tranquila y daba escalofríos su pasmosidad comparada con los sonidos bestiales que venían desde el callejón. De repente sentí que resbalaba en algo viscoso y la luz mortecina me develó un charco creciente de sangre que se expandía hasta la calle para desembocar lentamente en la alcantarilla. Me hice a un lado justo antes de que el cuerpo del tipo saliera disparado contra un auto parqueado afuera del callejón.

La alarma del auto aulló y ocultó mi grito, caí en cuclillas y luego pude ver a la bestia saltar desde el callejón y caer pesadamente sobre el techo del vehículo, la conmoción me impidió recordar rasgos, vi piernas de perro peludas, garras por todas partes y unas alas membranosas y emplumadas a la vez que batían el aire despidiendo un olor hediondo que hasta el día de hoy no he podido olvidar...tal vez a eso huela la muerte.

Reconocí la cabellera lisa y perfecta en medio de la horridez y sin que yo lo previera la cosa batió sus fétidas alas y levantó el vuelo profiriendo un aullido tan potente que opacó con creces la alarma del auto...opté por correr hacia cualquier lugar, no recordar, pensar en otra cosa, perderme en la noche, abordar un auto cualquiera y salir de ese sitio.

Al fin logré tomar un taxi y pude medio recitar la dirección de mi casa, por un instante quise contarle al conductor mi experiencia pero de seguro me habría botado a la calle por ebrio. Durante mi regreso al hogar me fue imposible dejar de pensar que si yo hubiera engañado al monstruo mi destino habría sido terminar como ese pobre infeliz, quería tratar de no pensar en verme ahí hecho pedazos, quería aferrarme al hecho de que el ser tan “lindo” me salvara la vida.

Obviamente ha sido imposible olvidar y dejar de cavilar en lo ocurrido durante estos años, a cada momento saltan a mi mente las imágenes de esa noche, el recuerdo visual y olfativo es tan vívido que no sé si logre superarlo algún día, nadie te prepara para algo así y lo que ves en las películas de horror es una pálida y triste parodia de lo que significa vivir el momento real del infinito terror, de estar frente a la muerte encarnada.

A nadie le he contado mi experiencia, solo al escribirlo me siento más tranquilo, ni siquiera he sido capaz de deshacerme de los recuerdos; por ejemplo, mi reloj que se descompuso esa noche atroz y que conservo en el cajón de mi armario, artefacto testigo de lo que presencié que no he sido capaz de botar a la basura ya por superstición, ya como advertencia, el reloj que se detuvo a la hora exacta en que esa bestia consumó su venganza contra ese estúpido mentiroso...las doce de la noche en punto.

FIN

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