Friday, August 19, 2005

Cuento

Día 19 de Agosto de 2005

Bueno y como el Dr Cómic también dizque escribe, pues ahí les va un cuentecito que modestia aparte (que va, con el ego inflado lo digo), se ganó un premio literario hace unos años, lo pongo aquí por tres razones:

Porque me da la gana
Porque un amigo me lo sugirió y
Porque se me da la real gana


UNA AUDIENCIA CON LA REINA

La música ruidosa, el sonido de copas que chocan, las risas y los gritos de euforia; nunca antes habían tenido tanto valor para mí como ahora, las fiestas lujosas y lujuriosas se repetían una tras otra y cada noche agradecería mi suerte por pertenecer a este selecto gremio que podía entregarse a los placeres más diversos gracias a los rentas recibidas por acaudalados padres que nunca disfrutarían de los capitales por los cuales se rompían el lomo a diario...en esa época me importaba cinco centavos si mis padres se divorciaban o seguían engañándose mutuamente con sus respectivos amantes, yo solo veía en ellos una cómoda y continua fuente de efectivo; bueno, en ese aspecto los cambios no han sido muchos, pero si puedo asegurar que se ha operado una revaloración en mi modo de pensar y ahora estoy segura de odiarlos.

Tengo casi veinte años, de esos veinte he pasado quince en colegios costosos e internados de las más diversas categorías...mi contacto con la familia ha sido nulo y solamente los espejos pueden dar cuenta de los cambios favorables que se han operado en mi cuerpo, nadie jamás ha admirado mi crecimiento acelerado, la textura suave de mi piel, mis profundos ojos verdes, mi dentadura casi (nada lo es) perfecta y las formas turgentes de las cuales debería estar orgullosa...a veces pienso que haber tenido un padre lascivo habría sostenido de algún modo mi ego y mi vanidad, pero no conté ni siquiera con ese refugio erótico de mi propia sangre...esa fue quizás la causa inmediata de mi actual situación.

Las salidas nocturnas a las fiestas privadas de mis amigas no eran en si el detonante de mi líbido; es más, llegué ha aburrirme muy pronto de las “reuniones negras” o los espectáculos “sado”. Durante años pensé que mi carácter era dominante, tenía una fuerza interna que me permitía controlar y someter a cuanto hombre se me acercara, los más presumidos galanes que parecían directamente paridos de los gimnasios terminaban como guiñapos indignos incluso de mirarme a los ojos...podía hacer con ellos lo que quisiera, podía pasearlos atados como perros en los salones de las fiestas que yo misma organizaba y nadie era capaz de impedirlo, incluso era aplaudida...

El agua gotea exactamente sobre mi nariz, me incomoda mucho sentir la gota chocando en la base de mi frente y luego verla rodar junto a mis ojos; quisiera que detener ese flujo pero no puedo y trato de recordar el preciso instante en que la incomodidad hacia mi situación mezclada con mi insaciable ansia de placeres terminó con todo lo que antes pudiera llamar vida...

Recuerdo que era de mañana, había despertado y me dirigía a la cocina, las bandejas y las copas de la fiesta permanecían desparramadas por todos los rincones de la sala, una pareja dormitaba sobre la alfombra en medio de las botellas vacías de vodka y en el rincón se retorcía con ternura “gatita” una de mis más queridas esclavas sexuales...alguien la había amarrado con mucha violencia y la mordaza parecía estarla asfixiando. No recuerdo bien si fue antes o después de aflojarle las cuerdas que encontré la tarjeta en el piso, era un rectángulo de cartulina durex del tamaño de una de crédito, tenía una dirección en letras doradas y un logosímbolo que me recordó la cara del gato que aparece en “Alicia en el país de las maravillas”.


Me esforcé por recordar quién podía haber llevado esa tarjeta, no había otra en toda la casa, revisé con cuidado cada rincón, me habían robado un par de esposas y un rollo de cinta adhesiva azul, pero aparte de esas eventualidades no encontré nada que me diera pistas sobre el propietario. Mientras desayunábamos “gatita” recordó a un hombre alto y desgarbado de pelo cano, era el único desconocido esa noche y parecía estar muy atento con todo lo que ocurría sin tomar partido de nada, la última vez que “gatita” lo vio se dirigía a la biblioteca; sin embargo, en ese momento la narcotizaron y no pudo recordar más.

Toda la tarde la pasé con “gatita” revisando la biblioteca; debo decir que su nombre apropiado sería “eroteca”, pues contenía unos mil volúmenes de revistas y libros especializados en sadismo y masoquismo, muchos envidiaban mi colección y otros solo iban a mi casa para pasar el día masturbándose en mis estantes. La imagen no dejaba de ser algo cómica, una mujer desnuda sobre un sillón ojeando revista tras revista mientras que otra vestida tan solo con unos ligueros, cofia y tacones le pasaba más revistas...y de pronto encontré algo inusual, alguien había doblado una página y en el dobles me encontré con la sonrisa del gato que se asomaba como un amanecer a medida que extraía la nota y leía un mensaje con letras doradas: “este es el sito que buscas, 3 pm”.

Este es el sitio que buscas, el sitio que buscas, el sitio que buscas...siento como la gota de agua rueda por mi mejilla, quisiera que llegara hasta mi boca, al menos hasta mis labios pero algo la absorbe antes de concluir su recorrido, de inmediato una nueva gota inicia su periplo y comienzo a desesperarme, mis manos se crispan por un momento y luego recuerdo que cualquier movimiento es inútil y trato de recordarlo todo, de reconstruir el momento...

Me estaba poniendo mis botas de tacón puntilla para acudir a la insólita cita cuando a la puerta llamó un chofer, decía que había sido enviado específicamente a recogerme por cortesía del “sombrerero loco”, entendí al fin lo del logotipo y me agradó ese ambiente de cuento infantil que adquirían los acontecimientos. “Gatita” y yo terminamos de arreglarnos y acompañamos al sujeto, parecía un paje, y en la chamarra roja lucía siete botones dorados en forma de corazón...cuando subimos a una limusina negra tuve la sensación de que mi vida no sería la misma al cerrarse la portezuela. Los recuerdos del viaje son confusos, creo que cuando el auto se detuvo intempestivamente las puertas se abrieron y entraron los pajes vestidos como el chofer, sus rostros no me interesaron, me pareció más fascinante descubrir que cada uno llevaba distinto número de botones en su chamarra, mientras me ataban y me metían un trapo en la boca logré recordar un fragmento del cuento en que Alicia tiene audiencia con la sanguinaria reina de corazones...se me heló la sangre y traté de forcejear pero la inyección que me aplicaron en el brazo había hecho efecto.

Las horas siguientes son solo un confuso desfile de imágenes y sensaciones, la cuerda tallándome las muñecas, el olor a hule de una bolsa que me envolvía como una placenta, el sentirme levantada y arrojada de un lado a otro, la visión de un rostro con bigotes largos de conejo y el agradable tintineo de las cadenas...desperté en un lugar frío y húmedo, quizás un sótano, la cabeza me palpitaba y no lograba ver nada, habían puesto cinta adhesiva sobre mis ojos y tenía algo parecido a una pelota de goma incrustada en la boca. Poco a poco me volví consiente de mi estado y siendo una experta reconocí que me habían amarrado con tiras de cuero a una silla de madera que seguramente estaría fijada al piso...unos débiles gemidos me permitieron saber que a mi derecha estaba “gatita” quizás en similares condiciones. “Gatita” era, como ya lo había dicho, una esclava por vocación; sin embargo, los gemidos que profería en esta ocasión eran de verdadero terror y no de placer, estaba asustada al igual que yo.

Una voz me obligó a poner atención, venía del fondo del recinto y se multiplicaba con un eco muy leve, la voz era grave pero castañeteaba los dientes de un modo casi hilarante mientras parecía masticar algo duro. Recuerdo muy poco lo que dijo, quizás porque estaba hablando muy rápido o porque los gimoteos de “gatita” no me dejaban oír, la esencia del mensaje era que yo no había llegado cumplidamente a tomar el te y que el sombrerero había decidido darme un escarmiento enviándome con la reina de corazones para que me hiciera sufrir mucho. Semejante cantidad de sandeces me encolerizaron y di varias coces intentando soltar mis piernas de las patas de la silla...sobra decir que fue inútil y que en premio a mi arrojo recibí un pellizco insoportable en mi pezón derecho, en ese momento me percaté de la desnudez de mi torso y de la humillación que estaba experimentando...de repente ocurrió lo inesperado, reconocí que estaba húmeda, que manaba como una maldita fuente y seguí agitándome en espera de otro tan anhelado pellizco...mi deseo se cumplió una y otra y otra vez.

Puedo ver como pasan las personas por la calle, frente a mí hay una ventana pequeña con barrotes, se ven los pies, las personas van y vienen a un ritmo constante, casi al compás de la gota de agua y por un momento me siento como el engranaje de un inmenso y monstruoso reloj que se construye a partir de cada uno de nosotros, los engranes y resortes van envejeciendo y son reemplazados por nuevos que cumplen su función hasta su deterioro en una cadena infinita de la cual es imposible salirse...soy un engranaje gastado y ya no sirvo para ese mundo de afuera, ese mundo de pies furtivos.

La gota en mi frente es mi destino y debo asumirla por el tiempo que me resta, entretanto intento recuperar el tiempo que pensé haber perdido...

La experiencia me desorientó, cuando me desataron, me quitaron la mordaza y la cinta de los ojos accedí a una realidad diferente, me sentía libre pero en un sentido más profundo y mental, “gatita” y yo fuimos conducidas con suma cortesía por nuestros antiguos secuestradores hasta un salón con una mesa de proporciones colosales provista de veinticinco puestos, en la cabecera se encontraba nuestro anfitrión el “sombrerero loco”, a su lado aparecía un tipo gordo y pequeño vestido como abogado de segunda que parecía a punto de dormirse de la borrachera y junto a él un hombre joven y atlético que jugueteaba con una máscara de “bugs bunny” entre las manos. Mientras nos servían te de fresas con galletas nos presentaron su casa de dominio sadomasoquista diseñada siguiendo los lineamientos del cuento de Lewis Carroll, su intención era crear ambientes para hombres y mujeres que estuvieran buscando algo diferente en sus vidas...fuimos invitadas a contemplar todo el “plan de actividades” y en un breve recorrido paseamos frente a espejos falsos que nos permitían observar algunos de los espacios recreados.

El que más me llamó la atención fue el del hongo gigante sobre el cual un hombre disfrazado de oruga fumaba una pipa de agua, el sombrerero me dijo que el tipo estaba fumando en realidad opio y que su fantasía consistía en sentirse como un sultán en un harem de niñitas; fue entonces cuando me di cuenta de que el piso estaba poblado de niñas de doce años más o menos que habían sido atadas a la base del hongo, algunas se agitaban en sus trajecitos azules y trataban de gritar a través de los pañuelos que cubrían sus bocas mientras que otras dormían ya el sueño del opio que contaminaba todo el recinto. Nunca creí que las niñas fueran contratadas, sentía que algo realmente monstruoso impregnaba el lugar pero ya no podía hacer nada, lo único que quería era portarme mal, quería ser incumplida y fastidiar de nuevo al sombrerero para que me taparan mi linda boca hasta hacerla sangrar y la reina me dieran mi merecida lección allá en los sótanos.

Pasé días en espera de otra invitación y en cada carta que me llegaba veía la sonrisa del gato, pero pasó un mes completo y no recibí noticias del “país de las maravillas”, a “gatita” y a mi nos habían sacado atadas, amordazadas y vendadas del lugar y nos habían dejado de nuevo en mi apartamento, la dirección en la tarjeta era de un lote baldío; en resumen, ellos tenían el control, ellos y ella mi reina adorada.

Los tobillos me duelen, tengo un calambre en la pantorrilla que ya hubiera querido masajearlo con la lengua cualquiera de mis esclavos, pero ellos no están y yo estoy sola en todo esto sin contar con alguien al que pueda por lo menos responsabilizar. Hasta hace unos momentos llevaba la cuenta de las gotas que caían sobre mi frente pero desde que empecé a rememorar los acontecimientos he perdido la noción del tiempo y creo que ha sido lo mejor, no hay nada más subyugante que recordar, que apropiarse de ese pasado esquivo para amar con mayor intensidad a quienes ya no están...

“Gatita” se sentía recelosa de estos nuevos amigos, la percibía distante y renuente a jugar con ellos otra vez, creo que mi experiencia no había sido tan tortuosa como la suya, al menos a mi no me habían metido un consolador de veinte centímetros en la boca ni me habían tatuado un gato sonriente en el clítoris...quería ser comprensiva con ella y por eso la dejé marchar a ese paseo ecológico que tenía planeado con sus amigas.

Ello implicó que me quedara totalmente sola en un apartamento que ya no me pertenecía y que se poblaba de gente drogada e imbécil todos los fines de semana. Fue entonces cuando decidí salir a dar un paseo por la calle, no había un rumbo fijo, solo quería caminar...recuerdo que me asomé a diversos bares, recorrí calles empedradas e incluso entré en museos hasta agotar las horas del viernes y llegar al filo de la medianoche a un recinto silencioso y por primera vez tranquilo. Cuando abrí la puerta vi algo brillar en el piso y lo levanté, como lo suponía era una tarjeta de invitación a tomar el te a las tres de la tarde y como no estuve todo el día en casa resulta que sin querer había incumplido mi cita, me invadió la voluptuosidad de saber que iba ha ser castigada, que mi reina me amarraría bien duro y me haría sufrir mucho...no tuve tiempo de pensar más, en ese momento alguien me empujó con violencia en el interior del apartamento, me puso una almohadilla en la boca y me maniató con una destreza de vaquero poco usual. No me vendaron los ojos y pude ver como me sacaban del edificio sin que nadie oyera ni viera nada, me llevaron cargada hasta la limusina y me sentaron con toda la delicadeza con que se puede tratar a una mujer atada de pies a cabeza.

Los dos hombres que iban conmigo atrás no me hablaron ni me determinaron en ningún momento, intenté portarme mal por adelantado y solo conseguí que me apretaran la mordaza hasta que la mandíbula me dolió. Llegamos a una casa curiosa y muy familiar para mi, creí que habíamos recorrido media ciudad y cuando me llevaron cargada reconocí que la dirección correspondía a la manzana que estaba detrás de mi apartamento...¡estaban tan cerca y no lo sabía!, me condujeron por los salones que ya había visitado y de pronto estaba frente al sombrerero, el lánguido personaje me recibió con una no menos lánguida sonrisa y sin más preámbulos hizo llamar a un paje quien traía consigo un costal, el sombrerero me dijo que mirara en el fondo del costal lo que tenía reservado la reina para mi...los ojos me impresionaron más, la mirada intensa de la cabeza de “gatita” me petrificó por completo, no presté tanta atención a la ausencia del cuerpo como a esos ojos inflamados. En mi estado no podía hacer mayor cosa, mis piernas estaban atadas, mis manos también y tenía una tiránica mordaza, solo me desmanejé como una muñeca en brazos de los hombres que me sostenían y lancé un gemido agónico, entendía al fin por que la ausencia de la venda en los ojos, ya no era necesaria, yo no saldría viva de allí.


Sin embargo ahora, mientras espero aquí, atada a una silla de hierro con un reloj de agua sobre la cabeza y amordazada con una toalla que absorbe cada gota que me golpea, siento que el intento de fuga de “gatita” solo fue la excusa perfecta para desatar el castigo que me merecía, “gatita” no iba donde ningunas amigas, ella iba ha contarlo todo a la policía, al menos eso se me dijo cuando el conejo “bugs” leyó mi sentencia y le dio marcha al mecanismo automático que me cercenará la cabeza cuando el reloj agote su líquido, se me dijo que antes de morir la reina tendría la benevolente consideración de presentarse...¡oh reina date prisa, aquí está tu niña mal portada con su boquita tapada y lastimada!, ¡ven y mírala antes de que la cuchilla la desbarate, por favor reina linda...!

FIN

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