Había una vez un granjero que se dedicaba a la cría de gallinas, un buen día que vigilaba a estas observó con regocijo que una de ellas llamada Colombia había dado a luz tres huevitos. El granjero, a sabiendas de que tendría que ausentarse un tiempo (4 años al parecer), decidió buscar a alguien para que cuidara del ave y sus esféricos retoños.
En ese momento, rondaban la finca dos cuidadores, el uno muy leído y muy inteligente, el otro, muy idiota y muy arrogante(como suele pasar con todos los idiotas). El granjero lo pensó mucho y se dijo así mismo:
-“Si he de dejar estos huevitos y recogerlos dentro de 4 años, pues que mejor cuidador que un güevón para que así todo el mundo me extrañe y me pidan que vuelva, si se los dejo al inteligente puede que lo haga tan bien que ya nadie me recuerde”
Luego de tales reflexiones el granjero llamó al idiota y le dio sus órdenes para que las siguiera al pie de la letra, el idiota creyó que iba a quedarse con los huevitos pero la verdad es que si mucho le iba a durar el gusto cuatro años. El inteligente hizo caso omiso del desaire y siguió adelante con sus propios proyectos.
Confiado en su elección, el granjero olvidó un detalle muy importante, que su sucesor era tan imbécil y tan pusilánime que lo más seguro era que dentro de cuatro años no quedara ni finca, ni gallina ni huevitos por los que volver, pero era demasiado tarde para echarse para atrás. Por fortuna quedaba la opción de que la gente de la finca escogiera, algunos ya incluso tenían planeada la gallina para sancocho y otros ya estaban a punto de hacer omelets con los huevos, que el idiota obviamente se había dedicado a repartir por adelantado. Pero el inteligente aún podía dar la sorpresa y ganar, pues la finca también contaba con gente pensante y sensata, solo quedaba esperar.
Moraleja: ¡SANTOS huevos estrellados batman!
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