Saturday, December 22, 2007

Navidad


20 de Diciembre de 2007

Desde hace ya varios años me ha ido entrando un malestar, algo indefinible hasta ahora, una sensación de tedio, de asincronía con el espacio circundante. Incomodidad que comenzaba a manifestarse (solo ahora lo descubro) a principios de cada mes de diciembre y que, curiosamente se difuminaba en los primeros días de enero.

Tomaron casi 32 años para que llegara hoy a una conclusión definitiva que pugnaba por salir, este ha resultado ser pues el medio idóneo para expresarla y ustedes, masoquistas lectores, las primeras víctimas en tener conocimiento de tal postura:

ABOMINO LA NAVIDAD

Pero no basta tan solo con decirlo y ya, es deber sumergirme un poco en las entrañas de las nefandas memorias entorno a este mes para aclararles muy bien el por qué de una aseveración que para la mayoría será poco original, pues gran cantidad de gente tiene la misma sensación y no hace tanta alharaca.

Resumiré entonces los motivos que me llevan a reconocer esta aversión hacia tales festividades y que sean ustedes quienes juzguen si exagero o no:

- De niño disfrutaba la navidad, pero muy en el fondo de mi interesada conciencia infantil sabía que lo más (quizás lo único) importante era la hora de destapar regalos. En mi casa siempre se ha adornado el árbol y llenado de pelotas multicolores hasta los rincones más insólitos de la casa, pero nunca se llegó a armar el consabido pesebre, por ende tampoco se rezó novena y hasta los diez años tuve la confusión de si agradecer los regalos al niño Dios o a papá Noel.

- Cuando la magia (ó mentira compartida quizás) de la llegada de los regalos se convirtió en la frase “compre algo que le guste que yo le doy la plata”, comprendí que al igual que muchos contemporáneos, había sido engañado y tomado por un crédulo imbecil.

- Al llegar a la adolescencia vino la muerte de mi abuelita, uno de los pilares fundamentales de mi crianza, y creo que el lector sagaz sospechará lo que falta agregar a esta fatídica situación: ¡zas!, muere nada menos que un 8 de diciembre

- De ahí para adelante la hora de abrir las cajas con los adornos remitía de inmediato al recuerdo (que aún sigue vivo) de su triste partida...¿con qué ganas monta uno semejante show de luces y arandelas?

- Luego, vinieron los años universitarios, aparecieron las lecturas, las contradicciones históricas, el duelo por un niño Dios que se volvía cada vez más humano e incluso se cargaba de connotaciones extraterrestres.

- Después de esto vino la duda moral, una desazón creciente de la doble moral humana, celebramos con bombos y platillos el nacimiento de un hombre para luego rasgarnos las vestiduras por haberlo matado solo 3 meses después. Encima le endilgamos la responsabilidad de partir la historia humana en dos cuando el mismo género humano le partió la crisma por el simple hecho de vender un cuento que nadie ha sabido entender hasta ahora: vivir en paz consigo mismo y con los demás.

- Las fiestas por cumplir con la familia, el absurdo de disfrazarse de rey mago en la novena celebrada donde los primos, celebración que a simple vista a ellos les importaba un culo, luego llegaban las autocomplacencias porque este año no nos comió el marrano del desempleo y la falta de oportunidad, luego era inevitable soportar las borracheras propias y ajenas, porque ¿que queda además del alcohol para borronear la cruda realidad?, y de nuevo jugar con la doble moral del supuesto respeto y recato por la fecha en que nace el niño...tío borracho que no madreara, se meara o vomitara sobre el pesebre no podía faltar.

- Cerca de la treintena rogaba que ¡por favor!: se inventaran al menos un villancico nuevo, que al menos quemaran las grabaciones de ese drama morboso que se dice villancico llamado “mamá ¿dónde están los juguetes?”, que Juanes o cualquier otro cantantucho no se pusiera el gorrito navideño para vender como arroz los reencauches de “mi burrito sabanero”, que alguien prohibiera la difusión de las “angelicales” voces de niños destemplados entonando las mismas majaderías por radio, televisión y en vivo, que dejaran de cambiarle el color al papá Noel dependiendo de la compañía de celulares a patrocinar, que se suprimieran las propagandas de los trabajadores con cara de hambre de los canales nacionales entonando por obvia obligación contractual los “mejores deseos” para los televidentes...en fin, un ruego tardío lanzado en una botella al mar de una sociedad acomodaticia e hipnotizada por lo repetitivo.

- Y para completar vienen las situaciones laborales y de supervivencia, el diciembre pasado lo recuerdo por haber salido por foto finish de una casa en alquiler que casi no alcanzamos a pagar para trastearnos a otra, si una parte de mi recuerda con asco esas fechas es mi espalda que soportó el trasteo de un sin fin de cosas y la mamazón posterior que duró casi todo enero.

- Mientras escribo esto, como sospechará el lector sagaz, las cosas siguen hediondas en estas “alegres” fechas, no me han pagado, todo el mundo me acosa (con justa razón) por las deudas que adquirí y estoy a punto de que me saquen a la calle si no pago los tres meses de arriendo que debo.

Luego de esta aclaración minuciosa no me queda más que desearles a todos unas felices fiestas, próspero año nuevo y felicidad, porque el año que viene se acaban los pesares, porque es época de celebrar, de volver con los tuyos, de festejar en familia, de reconciliarte con tu prójimo, bla, bla, bla, bla

1 comment:

Anonymous said...

Pues, como al que no le gusta el caldo ... ya sabe: Feliz navidad y feliz año. Abrazos