Febrero 10 de 2007
La oportunidad la pintan calva y aprovechando el comentario de mi muy buen amigo El Cabo Bardamu voy a realizar a continuación una apología de la calvicie, sin pelos en la lengua y bastante descabellada por demás (no faltarán los detractores que digan que es traída de los pelos).
La calvicie, para alivio de mi muy caro amigo no es en sí una característica flagrante de la edad avanzada, en la actualidad esta deforestación capilar cobija tanto a viejos como a jóvenes y es quizás un tema que requiere un sesudo análisis (sesudo por estar un pelo por delante de quienes gozan de pelo en abundancia).
Como es de suponer, mi análisis parte de la calvicie en la historia del cómic.
Antes que nada debo aclarar que en este asunto tan paradójicamente peliagudo, las diversas compañías de cómics han sabido aprovechar tan aciago malestar masculino para definir la psicología de sus personajes y de la perspectiva socio-cultural que cada una defiende.
Tomaré como referencia la más notable contraposición a partir de las dos más grandes y tradicionales compañías de cómics en EUA: DC y Marvel.
Para DC, la de más arraigo y tradición, la más veterana y purista, el fenómeno de la calvicie se convierte de inmediato en una referencia a la maldad. Como defensores a ultranza del estilo de vida americano, los creativos de DC han mantenido siempre el estándar de que el pelo es un elemento básico para definir al héroe (nótese la enervante recurrencia a mantener el rizo de Superman durante casi siete décadas)
La política Derechista Contumaz(por algo será DC no?) lleva a pensar que si una persona pierde el cabello es por que algo malo se trae en la cabeza y para muestra de ello tenemos unos célebres botones:
En su orden de aparición: Lex Luthor, Brainiac, Siniestro y Darkseid.
Son villanos de grueso calibre en el universo DC y su notable alopecia los llena de un halo macabro y vengativo, incluso, durante la época dorada de los cómics (más o menos de los 30’s a los 50’s) se llegaba a barajar la razón de que Lex odiara a Superman por haber provocado un accidente en el que el científico quedó como bola de billar.
La calvicie pues quedó estigmatizada durante años como el sinónimo del mal, un elemento definitorio del villano más cruel, pues cabe anotar que dentro de los cómics DC los malvados calvos han sido siempre de primera línea, los supremos creadores de la destrucción y el caos.
Con la Marvel cómics ocurre un fenómeno por demás curioso, siendo una compañía surgida en pleno apogeo del hippismo sus tendencias son más de izquierda, más rebeldes y en este tenor, la calvicie fluctúa con mayor tolerancia y reivindicación, ya no como elemento definitorio del mal sino como símbolo de rudeza y si se quiere de respeto.
En su orden de aparición: Profesor X, Kingpin, Ghost Rider y The Thing.
Aquí el hecho de tener poco o ningún pelo en la azotea no es una definición del mal, la gama se extiende y cubre por igual a héroes y villanos, es una alopecia democrática de cierta manera y los calvos lectores ya pueden respirar un poco más tranquilos del estigma socio-cultural.
Pero en últimas, ¿es bueno o malo ser calvito?, la pregunta debe generar incluso temprana caída del cabello en quienes abordan tema tan peliagudo y para abrir el debate y dejar la inquietud es mi deber como futuro miembro de este club sentar posición al respecto.
Quizás haya sido el cine el vehículo más interesante para la reivindicación del calvo, si tomamos en cuenta que esgrimir el cuero cabelludo en brillantes reflejos pueda ser considerado por un grueso público femenino como sinónimo de virilidad y sexapple.
Existen verdaderos íconos de la pelona en actores de la talla de Telly Savalas, Yul Bryner, un tardío Marlon Brando, Ed Harris, etc, tc.
En los diferentes roles que encarnaron o encarnan en sus carreras nunca se ha observado un encasillamiento hacia ser los malos del paseo, es entonces que el asunto calveril deja de ser ni tan preocupante ni tan punitivo como se han empeñado por tanto tiempo en hacernos creer.
Lamentablemente en nuestro país no contamos con una representación digna del gremio ya que gracias a personajes de la talla de “Calvos” Antonio Vélez, Edgar Perea, Yamid Amad, Alfonso López Michelsen y Luis Eduardo Motoa (el tristemente célebre “Calvos” Alberto de Padres e hijos), el asunto de ser calvo cae en desmedro. Sólo nos queda el consuelo de algún Daniel Samper que viene a sacar la cara, mejor dicho la calva, por nuestros pisoteados derechos.
El tiempo dirá pues si el día de mañana seremos perseguidos por hordas enardecidas para ser inmolados en la hoguera debido a nuestra brillante existencia, por lo pronto mi querido Cabo Bardamu sigamos en el empeño de no sentirnos mal y explotemos la erosión capilar al máximo pues en algunos corrillos de féminas he escuchado que lo de la calvicie si parece tener para ellas un componente erótico, así que como dice Rubén Blades: “pa’lante y con fe”...que al menos se diga que no tenemos ni un pelo de tontos.
La oportunidad la pintan calva y aprovechando el comentario de mi muy buen amigo El Cabo Bardamu voy a realizar a continuación una apología de la calvicie, sin pelos en la lengua y bastante descabellada por demás (no faltarán los detractores que digan que es traída de los pelos).
La calvicie, para alivio de mi muy caro amigo no es en sí una característica flagrante de la edad avanzada, en la actualidad esta deforestación capilar cobija tanto a viejos como a jóvenes y es quizás un tema que requiere un sesudo análisis (sesudo por estar un pelo por delante de quienes gozan de pelo en abundancia).
Como es de suponer, mi análisis parte de la calvicie en la historia del cómic.
Antes que nada debo aclarar que en este asunto tan paradójicamente peliagudo, las diversas compañías de cómics han sabido aprovechar tan aciago malestar masculino para definir la psicología de sus personajes y de la perspectiva socio-cultural que cada una defiende.
Tomaré como referencia la más notable contraposición a partir de las dos más grandes y tradicionales compañías de cómics en EUA: DC y Marvel.
Para DC, la de más arraigo y tradición, la más veterana y purista, el fenómeno de la calvicie se convierte de inmediato en una referencia a la maldad. Como defensores a ultranza del estilo de vida americano, los creativos de DC han mantenido siempre el estándar de que el pelo es un elemento básico para definir al héroe (nótese la enervante recurrencia a mantener el rizo de Superman durante casi siete décadas)
La política Derechista Contumaz(por algo será DC no?) lleva a pensar que si una persona pierde el cabello es por que algo malo se trae en la cabeza y para muestra de ello tenemos unos célebres botones:
En su orden de aparición: Lex Luthor, Brainiac, Siniestro y Darkseid.
Son villanos de grueso calibre en el universo DC y su notable alopecia los llena de un halo macabro y vengativo, incluso, durante la época dorada de los cómics (más o menos de los 30’s a los 50’s) se llegaba a barajar la razón de que Lex odiara a Superman por haber provocado un accidente en el que el científico quedó como bola de billar.
La calvicie pues quedó estigmatizada durante años como el sinónimo del mal, un elemento definitorio del villano más cruel, pues cabe anotar que dentro de los cómics DC los malvados calvos han sido siempre de primera línea, los supremos creadores de la destrucción y el caos.
Con la Marvel cómics ocurre un fenómeno por demás curioso, siendo una compañía surgida en pleno apogeo del hippismo sus tendencias son más de izquierda, más rebeldes y en este tenor, la calvicie fluctúa con mayor tolerancia y reivindicación, ya no como elemento definitorio del mal sino como símbolo de rudeza y si se quiere de respeto.
En su orden de aparición: Profesor X, Kingpin, Ghost Rider y The Thing.
Aquí el hecho de tener poco o ningún pelo en la azotea no es una definición del mal, la gama se extiende y cubre por igual a héroes y villanos, es una alopecia democrática de cierta manera y los calvos lectores ya pueden respirar un poco más tranquilos del estigma socio-cultural.
Pero en últimas, ¿es bueno o malo ser calvito?, la pregunta debe generar incluso temprana caída del cabello en quienes abordan tema tan peliagudo y para abrir el debate y dejar la inquietud es mi deber como futuro miembro de este club sentar posición al respecto.
Quizás haya sido el cine el vehículo más interesante para la reivindicación del calvo, si tomamos en cuenta que esgrimir el cuero cabelludo en brillantes reflejos pueda ser considerado por un grueso público femenino como sinónimo de virilidad y sexapple.
Existen verdaderos íconos de la pelona en actores de la talla de Telly Savalas, Yul Bryner, un tardío Marlon Brando, Ed Harris, etc, tc.
En los diferentes roles que encarnaron o encarnan en sus carreras nunca se ha observado un encasillamiento hacia ser los malos del paseo, es entonces que el asunto calveril deja de ser ni tan preocupante ni tan punitivo como se han empeñado por tanto tiempo en hacernos creer.
Lamentablemente en nuestro país no contamos con una representación digna del gremio ya que gracias a personajes de la talla de “Calvos” Antonio Vélez, Edgar Perea, Yamid Amad, Alfonso López Michelsen y Luis Eduardo Motoa (el tristemente célebre “Calvos” Alberto de Padres e hijos), el asunto de ser calvo cae en desmedro. Sólo nos queda el consuelo de algún Daniel Samper que viene a sacar la cara, mejor dicho la calva, por nuestros pisoteados derechos.
El tiempo dirá pues si el día de mañana seremos perseguidos por hordas enardecidas para ser inmolados en la hoguera debido a nuestra brillante existencia, por lo pronto mi querido Cabo Bardamu sigamos en el empeño de no sentirnos mal y explotemos la erosión capilar al máximo pues en algunos corrillos de féminas he escuchado que lo de la calvicie si parece tener para ellas un componente erótico, así que como dice Rubén Blades: “pa’lante y con fe”...que al menos se diga que no tenemos ni un pelo de tontos.
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